Lo que es el destino. Lo que es la vida. Lo que es Dios. El Eterno Padre dejó que don Julio San Lorenzo viviera su ultimo día en una cancha de fútbol el pasado domingo. ¿La excusa? Ver a viejas glorias de Central Córdoba; esos hombres que para él seguirán siendo adolescentes con arrugas y canas. Se lo vio muy feliz. Serio, con gestos adustos, como siempre, pero la “procesión iba por dentro”. Estaba feliz.
Y hoy, su corazón dijo basta. Nace un mito, una leyenda del fútbol santiagueño y argentino que pasará a engrosar la prestigiosa lista de exitosos jugadores y más tarde grandes técnicos. El fútbol llora su partida. No es para menos.
En su época de futbolista, durante los años 60, integró los equipos de Racing Club, Nueva Chicago, Banfield y América Cali, en los que anotó 344 goles como centrodelantero.
En la década del 80 dirigió y ascendió al plantel amateur de Estudiantes de Huaico Hondo al torneo Nacional de AFA, tarea que posteriormente cumplió con igual éxito en Central Córdoba, Mitre, Central Argentino y Villa Unión, entre otros.
Un hombre con muchos valores, respetuoso y respetado, creyente de las cosas y de sus cosas, sabio de los secretos del fútbol como muy pocos e indudablemente un adelantado en el tiempo.
Muchas de sus ideas hoy siguen siendo los estandartes de los actuales entrenadores, lo que habla de su visión de lo que significa el juego asociado, la táctica defensiva y los caminos para ganar un partido.
El fútbol llora. La pelota quedó sin su dueño. El pizarrón sin su maestro. El jugador sin sus palabras de aliento. Quedó su legado, el que muchos, o mejor dicho, todos, deberían tomarlo para mantener viva sus enseñanzas, esas que llegan al corazón y al alma.
El fútbol llora. Don Julio San Lorenzo decidió armar su propio equipo en el cielo. Ya se lo extraña.
-Info y Foto: Nuevo Diario
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